inti online languages

Miguel de Unamuno

MIGUEL DE UNAMUNO Y JUGO

LA VERDAD ANTES QUE LA PAZ

 

“La verdad no es lo que nos hace pensar, sino lo que nos hace vivir”; (Vida de Don Quijote y Sancho, Miguel de Unamuno)

En esta primera noche de 1937, cuando termina el que ha sido para España el “ año terrible”, este año de purificación, año de cauterio, me telefonean de las oficinas de La Nación, en París, que Unamuno ha muerto. Ignoro todavía cuáles son los datos médicos de su acabamiento, pero sean los que fueren, estoy seguro de que ha muerto de “mal de España”.

     Este texto firmado por Ortega y Gasset ilustra perfectamente lo que fue la vida y también la muerte de Miguel de Unamuno, el mal de España, esa maldita Guerra Civil en la que murieron tantos compatriotas y que los supervivientes incluso llegaron a sentir una extraña vergüenza de no haber muerto también.

     La Guerra Civil española comenzó el 18 de julio de 1936, cuando parte del ejército español, dirigido por el General Franco, se sublevó contra de gobierno republicano de Manuel Azaña. Hubo dos bandos perfectamente diferenciados, el bando republicano y el bando nacionalista. Estos últimos tenían el apoyo de la burguesía y de la iglesia católica. Los republicanos recibieron apoyo de la unión soviética y los nacionalistas recibieron el apoyo de los gobiernos fascistas de Alemania e Italia.
     La Guerra Civil resultó ser tan feroz como sangrienta. Los nacionalistas estaban mejor posicionados y recibieron una importante ayuda material de Alemania. La victoria de Franco, o sea de los nacionalistas, dio paso a una dictadura que se extendería desde 1939 hasta 1975, duraría 40 años. Con la muerte de Franco, se volvió a instaurar la monarquía con el Rey Juan Carlos I.

     Esta guerra tan sangrienta fue la causa última en la muerte de Don  Miguel de Unamuno, aunque no fue la única causa, pero empecemos desde el principio

 

MIGUEL DE UNAMUNO COMO PROFESOR

     En 1891 Miguel de Unamuno y Jugo, con tan solo 27 años ganó la cátedra de Lengua y Literatura Griega de la Universidad de Salamanca. Menéndez Pelayo presidió el tribunal. En octubre da comienzo su primer curso académico como catedrático, 1891-1892. Unamuno está cautivado por los monumentos de la ciudad, sus altares barrocos y el color de sus piedras  al atardecer. A finales de 1900, Don Miguel con numerosos hijos y cargas familiares decide irse a vivir a la casa rectoral, colindante con la Universidad en la calle Calderón de la Barca. En esta casa vivió más 13 años, los más fecundos como escritor.  El 26 de octubre de 1900 por Real Decreto es nombrado Rector de la Universidad, Unamuno tenía 36 años.

     El 1 de octubre de 1904, Alfonso XIII preside la apertura del curso académico y el Rector pronuncia el siguiente discurso:

“Si se corrobora y acrecienta cierto resurgimiento intelectual  que hoy en esta ciudad de Salamanca se advierte, volverá pronto a ser llamada la Atenas española” “Esta Escuela, en efecto, no pide privilegio gratuito alguno, sólo pedimos se nos ponga al igual de los demás centros docentes, en condiciones de cumplir debidamente nuestro cometido”

     En 1914 la vida académica se vio ciertamente alterada, cuando Unamuno fue destituido como Rector después de 14 años, y aunque los motivos no están claros, probablemente ni el gobierno ni la corona vio con buenos ojos algunas manifestaciones del Rector de la Universidad de Salamanca. Mostraba sus discrepancias con el modo en que se gobernaba el país y criticaba la actitud del Rey Alfonso XIII y su Consejo. Fue condenado a 16 años de cárcel, por el delito de “LESA MAJESTAD”, aunque nunca entró en prisión. Por ello, la Facultad de Filosofía y Letras en 1916, en defensa de Unamuno, y como desafío a la destitución de don Miguel lo nombran decano aunque éste no acepta el cargo hasta que le explicaran los motivos de su destitución dos años atrás.

     Miguel de Unamuno se hizo más y más subversivo y publicó unos artículos en los que atacaba la actitud de la Corona. Comienza una persecución judicial instada por la Monarquía para acallar la voz de nuestro pensador.
     En 1931, el Claustro Universitario acordó proponer y nombrar a Unamuno Rector de la Universidad por segunda vez. A partir de ese momento, su preocupación esencial fue la de mantener la disciplina más severa en profesores y alumnos en el seno de la Universidad. Se redujeron los permisos a los docentes. Como Rector asistía a todos los actos culturales de la Universidad y se dedicaba a su cátedra, el curso científico de la asignatura, el cuidado por la eficacia pedagógica. Lo único que solicitó el nuevo rector fue que sus clases comenzaran a las 10 en lugar de a las 9 de la mañana, porque en Salamanca hacía mucho frío a esas horas.

     Se jubila en el año de 1934 de su actividad docente, siendo nombrado Rector Vitalicio, a título honorífico, de la Universidad de Salamanca. La Facultad de Filosofía y Letras lo propone formalmente como candidato al Premio Nobel de Literatura, aunque la iniciativa provenía de la Universidad de Bruselas. Su candidatura no prosperó, seguramente por presiones nacionalistas europeas o quizá por su asistencia al mitin en el Teatro Bretón de Salamanca de José Antonio Primo de Rivera, cuyas ideas totalitarias no eran buena referencia para los miembros de la Academia sueca, que  no concederían el Premio Nobel de Literatura a Miguel de Unamuno.

     El 12 de octubre de 1936, habiendo ya estallado la Guerra Civil en España, Unamuno como Rector Honorífico preside la apertura del curso académico. Se celebra también el mal llamado Día de la Raza, conmemorando el descubrimiento de América. Al acto acuden Doña Carmen Polo, esposa del Jefe del Estado, el obispo Enrique Pla y Deniel, Esteban Madruga Vicerrector y el general Millán Astray, fundador de La Legión. Unamuno se sentó entre la mujer de Franco y el obispo. A continuación se produce un episodio histórico, con una carga emocional de gran talla y con una lucidez por parte del Rector Vitalicio digno de ser representado por los alumnos. El texto deber ser leído de manera íntegra pues el enfrentamiento dialéctico de Unamuno y el general Millán Astray es digno de alta mención. Después, el profesor salió del brazo de Carmen Polo, siendo éste abucheado e insultado por los falangistas, con Millán Astray al frente.

     Por la tarde, el Rector acudió como de costumbre al Casino de Salamanca de la calle Zamora, donde tenía su habitual tertulia. Nada más entrar lo abuchean e insultan. Unamuno abandona el Casino acompañado de su hijo Rafael. Al día siguiente, el 13 de octubre el Ayuntamiento de Salamanca lo destituye como concejal. Pasado el 12 de octubre de 1936, la vida de Unamuno cambió radicalmente. Viudo, con una salud debilitada, se recluyó en su vivienda de la calle Bordadores donde murió el 31 de diciembre de ese mismo año, 1936.

     A pesar de todo, el gran cariño, fidelidad y lealtad a la Universidad de Salamanca, mantuvo la donación de su biblioteca particular ––conteniendo unos 5.000 volúmenes–– que en su mayor parte se encontraban en Hendaya y que fue remitida a la Biblioteca General de la Universidad.

     Se enterró su cuerpo en el cementerio de la ciudad de Salamanca, el 1 de enero de 1937 y sobre su tumba un epitafio que redactó él mismo, recordando una oración de su niñez bilbaína:

Méteme, Padre Eterno, en tu pecho,
misteriosos hogar,
dormiré  allí, pues vengo deshecho
del duro bregar.  
 

¿Qué ocurrió entre los años 1924 y 1930 en la vida de Miguel de Unamuno?

 

     El destierro…

     El excelentísimo señor jefe del gobierno, presidente del Directorio Militar, me comunica la siguiente Real Orden:

Ilustrísimo señor: Acordado por el Directorio Militar el destierro Fuerteventura (Canarias) de don Miguel de Unamuno y Jugo,

     Su majestad el Rey (q.D.g.) se ha servido disponer:

     Primero: Que el referido señor cese en los cargos de vicerrector la Universidad de Salamanca y decano de la Facultad de Filosofía y Letras de la misma; y

     Segundo: Que queda suspenso de empleo y sueldo en el de catedrático de dicha universidad.

     Lo que traslado a vuestra señoría para su conocimiento y demás efectos. Dios guarde a vuestra señoría muchos años.

Madrid, 20 de febrero de 1924

El Subsecretario  encargado del Ministerio, Leániz.

Señor ordenador de pagos por obligación de este Ministerio.

 

MIGUEL DE UNAMUNO COMO PRESO POLÍTICO

     Empieza un día de febrero de 1924, el día 20, cuando el Gobernador civil y militar de Salamanca informado por telegrama de la Dirección General de Seguridad comunica al profesor la orden de destierro a Fuerteventura, una orden que implica el cese en los cargos de vicerrector de la Universidad de Salamanca y decano de la Facultad de Filosofía y Letras y la suspensión de empleo y sueldo. La explicación oficial del destierro se justifica “por sus constantes campañas que se califican de disolventes” y el propio Primo de Rivera alega que “el señor Unamuno no sólo ha hecho campaña sino que trató de perturbar la vida y la labor de los anteriores  Gobiernos.

     Al día siguiente, dos policías acuden a la casa de Unamuno para llevárselo, primero en tren a  Madrid, luego en coche hasta Cádiz y embarcado allí rumbo a Fuerteventura. Así empieza un largo periodo lejos de la patria desde el 28 de febrero de 1924 hasta el 9 de febrero de 1930, 4 meses en Canarias, un año en París y más de cuatro años en Hendaya.

     Con el destierro se le presenta la ocasión a Unamuno de conocer nuevas tierras y pronto establece una relación muy entrañable con unos  paisajes del alma por los que pasea y que aplacan los dolores de su ausencia. Las impresiones recogidas a lo largo de sus experiencias en Canarias, País Vasco y París alimentarán sus artículos, escritos y poesías.

La Isla de Fuerteventura

     Aunque Unamuno sufre por estar separado de los suyos y de su tierra, se siente atraído por Fuerteventura; ensalza la eterna primavera de esta isla. Se comporta como un verdadero turista, hace excursiones, monta en camello y da vueltas en un barco de vela. Descubre maravillado el mar y su magia. Casi parece olvidarse de sus adversarios políticos pero pronto compara a Miguel Primo de Rivera con el animal emblemático de la isla, el camello. También aprecia a los habitantes. La isla es para Unamuno “un verdadero sanatorio” donde le parece que se alarga la vida. Conservará para siempre un recuerdo imborrable de estos parajes canarios que le “han entrado en el cogollo del corazón”.

     A pesar de que le llega una amnistía, él prefiere explotar su figura de víctima y en cierta medida se “autodestierra”. A lo largo de 6 años, rechaza cualquier tipo de amnistía cueste lo que cueste.

   

París

     Su segundo destino como exiliado será París. Unamuno supo lo que valía el destierro en esta enorme ciudad donde sus bulevares lo asustaban y el clima no le gustaba en absoluto pues a apenas veía el sol, y solía leer en su habitación que él denominaba, su jaula. Pronto siente la necesidad de reunirse con sus compatriotas y acude a la tertulia en el café de la Rotonda, cuartel general de la resistencia a la dictadura. Se reúne el “Comité Revolucionario de París” como lo calificó el mismísimo Miguel Primo de Rivera, un grupo formado por Ortega y Gasset, Blasco Ibañez, Carlos Esplá y Miguel de Unamuno.

     El sol radiante de Canarias ha dejado sitio al sombrío y siniestro otoño parisino. Una horrible noticia entristece aún más su exilio, el niño Yago de ocho meses muere en 1924; es hijo de su amigo el doctor Luna que se encuentran en París. Raimundín, hijo de Don Miguel, muere de lo mismo, meningitis, en 1902. Un sinfín de tristes sentimientos le sobrevienen recordando aquella fatídica fecha. Esto se traduce en el siguiente poema:

A UN HIJO DE ESPAÑOLES

A un hijo de españoles arropamos

hoy en tierra francesa; el inocente

se apagó ––¡feliz él!–– sin que su mente

se abriera al mundo en que muriendo vamos.

A la pobre cajita sendos ramos

echamos de azucenas ––el relente

llora sobre tu huesa––, y al presente

de nuestra patria el pecho retornamos.

“Ante la vida cruel que le acechaba,

mejor que se me muera” nos decía

su pobre padre, y con la voz temblaba;

era de otoño y bruma el triste día

y creí que enterramos ––¡Dios callaba!––

tu porvenir sin luz, ¡España mía!

 

  ¡En mi vida  olvidaré ese día en que fuimos a

enterrar al pobre niño! Era uno de los días en

que más me dolía España.

M. de U.

 

     Siempre espera el día en que se acabe la dictadura en España. Finalmente decide salir de París para instalarse en Hendaya mientras las situación no se aclare.

 

Los días en Hendaya

     Le encanta estar en su nativo país vasco, a la vista de España. Él sabe que su presencia en Hendaya molesta a la dictadura y eso le hace sentir bien. Tiene un pequeño cuarto en una pensión donde pasa muchas horas leyendo y escribiendo. Este cuarto se convierte en su “concha de caracol”. Goza, por este tiempo, Unamuno de una salud inmejorable y se da grandes paseos por la orilla del mar. La estancia en Hendaya mitiga en cierto modo la añoranza del exilio y la separación de la familia, por las visitas que recibe de familiares y amigos.

     Tiene 65 años cuando vuelve a pisar suelo español, exactamente el 11 de febrero de 1930 a las cinco de la tarde, acompañado por el alcalde de Hendaya y numerosos vecinos y curiosos. En gestos muy teatrales y bajo una llovizna persistente, el alcalde de Hendaya lo abraza en nombre de Francia gritando !Viva la Libertad!

MIGUEL DE UNAMUNO COMO INTELECTUAL

     El 31 de diciembre de 1936, solo, en su casa de Salamanca muere el poeta, el filósofo, el profesor, pero sobre todo, muere la persona. Muere de pena, en soledad, muere del mal de España, como dijo Ortega y Gasset. Su gran compañera, su mujer, Concha Lizárraga murió en 1934. Ya está Unamuno con la muerte su perenne amiga-enemiga. El 1 de enero de 1937 se celebró el funeral en la parroquia de la Purísima y por la tarde fue el entierro. Su féretro fue conducido por la calle Bordadores de la ciudad salmantina. Ante el nicho de Don Miguel, un profesor de la Universidad de Salamanca pronunció estas palabras:

Bien te prendió a ti la salamantina interrogación del porqué de los hombres y las cosa. Por siempre tuviste trato con el tema del morir, y ahora, en tu nicho, donde se pudre tu cuerpo, te lo tienes todo explicado, quitándole a tus libros las muchas interrogaciones. El Buen Dios, te habrá metido en el hogar misteriosos de su pecho, para ver desde allí, con celestial serenidad, hermana única y legítima de las seguras claridades. Se te acabó la lucha contra esto y aquello, para sólo saber de la poesía de la muerte como arroyo serrano y manantial de vida, de la perdurable con la que tú soñarás.

     Unamuno pertenecía a la conocida como Generación del 98, un grupo de escritores, poetas y ensayistas que decidieron reunirse debido a una inmensa crisis moral, política y social desencadenada en España por la derrota militar que trajo consigo la pérdida de las últimas colonias, Puerto Rico, Cuba y Filipinas. Unamuno sin duda, destacaba notablemente sobre los integrantes de esta generación y en palabras del propio Ortega y Gasset, era el hombre con el YO más compacto y sólido de todos cuantos había conocido. Cuando entraba en un sitio, instalaba en el centro su YO como un señor feudal y tomaba la palabra definitivamente. No cabía el diálogo con él, sino que uno se limitaba a escucharlo definitivamente. La obra de Miguel de Unamuno no es la de un hombre del 98, él nunca leyó a Lope de Vega,  ni siquiera se interesó por los clásicos; leyó fundamentalmente libros religiosos.  No fue nunca un “gozador” de Literatura. Leyó siempre como moralista. Cuando el libro no fue para él exponente moral, jamás le interesó de verdad. Unamuno contempla las vidas humanas, en su modalidad española, es de eso de lo que se hace la Historia.

     Siempre fue Unamuno más actor que autor de sus propias obras, vivió en medio de todos sus pensamientos y sentimientos. Hacía de protagonista en sus novelas, en sus poemas, en sus ensayos…  Unamuno fue de todos los escritores españoles, el escritor que más discrepancias ha suscitado entre sus contemporáneos.

     Introduce un concepto fundamental y es el término de “intrahistoria”, que según él, intrahistoria se refiere a lo que ocurre en las profundidades abismales del alma de un pueblo, de una persona, la que traman los hombres de la historia oficial, olas que rizan sus espumas sobre profundidades tenebrosas.

     Unamuno fue ante todo un pensador y un hecho marcaría su horizonte vital, fue una experiencia decisiva. En marzo de 1897 pasó por una crisis que tuvo gran importancia en la formación de su pensamiento. Pedro Corominas su amigo, escribía esa carta:

“Su crisis religiosa, más bien mística, de 1897 le había dejado al enfriarse un espíritu calcinado … Duró unos cuantos años pero su intensidad fue decreciendo… En una carta me explicó la crisis como una descarga fulminante que le hirió en medio de la noche. Ya hacía horas que no podía dormir y daba vueltas desasosegadamente en su lecho matrimonial, donde su esposa le oía… De súbito le vino un llanto inconsolable… Entonces la pobre mujer, vencido el miedo por la piedad, lo abrazó y acariciándole le decía: ¿Qué tienes hijo mío? Al día siguiente Unamuno lo abandonaba todo e iba a recluirse en el convento de los frailes dominicos de Salamanca, donde estuvo tres días. Algunos años después me mostró el convento y el lugar donde pasó las primeras horas rezando de cara a la pared”.

 

     Una vez más el Convento de San Esteban, fue refugio de un intelectual como siglos antes lo fue de Cristobal Colón cuando su proyecto no parecía salir adelante.  Miguel de Unamuno sencillamente había perdido la fe, había perdido la creencia en Dios,  Dios había desaparecido de su interior. Unamuno había hecho un gran esfuerzo por recobrar la fe y lo indica en numerosas ocasiones en sus cartas a diversos amigos.

“Y sufría, sufría mucho. Después de una crisis en que lloró más de una vez… creyó en realidad haber vuelto a la fe de su infancia, y… empezó a practicar, hundiéndose hasta en las devociones más rutinarias, para sugerirse su propia infancia

 

     No era la primera vez en 1900 ni tampoco fue la última, en que Unamuno intentó, sin lograrlo, volver a la fe perdida de su infancia. Cierto es que después de 1900 se instaló de un modo definitivo en la lucha  y en la  duda.

     ¡Qué cosa más terrible es atravesar la estepa del intelectualismo, y encontrarse un día en que, como llamada y visita de advertencia, nos viene la imagen de la muerte y del total acabamiento! Si supiera usted qué noches de angustia y qué días de inapetencia espiritual…Me cogió la crisis de un modo violento y repentino…y comprendí la vida recogida, cuando al verme llorar se le escapó a mi mujer esta exclamación viniendo a mi: “¡Hijo mío!” Entonces me llamó hijo, hijo. Me refugié en prácticas que evocaron los días de mi infancia…”

     Era un deseo de Dios, un querer creer que no puede ser confundido con una verdadera creencia. Que el no creía es lo que revela una lectura atenta de su obra. Su amigo Pedro Coromina, escribía esto:

“Si algún día se publica su correspondencia, el lector imparcial estará seguramente con esta conclusión: Unamuno creía que creía, pero no creía… Hacía años que había perdido la fe de su infancia… quiso volver a poner los pies en aquella roca viva y en vano lo probó…, nunca recobró la fe… Lo que hay es que no quería que fuese dicho”.

 

     Unamuno no tardó en convencerse de que no podía alcanzar la fe que buscaba pues se hundía hasta en las devociones más rutinarias. A raíz de su crisis, vaciló entre religión y literatura, ansia de salvación o ansia de fama. Falto de fe verdadera, habría de escoger literatura; pero ésta aparecería, después de su decisión, con un espíritu religioso. Si bien es cierto que le repugnaba convertir en literatura sus dolores y esperanzas más entrañables. Según confiesa él mismo, era una pena desaprovechar tanto y tan buen material, pero tratar de esas cosas concernientes a la religión y a la creencia o no de un Dios, era como traicionar algo íntimo, renunciar a lo que aún podía llegar a ser curación de sus males.

     Si en 1897 resistía aún, relativamente, al deseo de exhibir sus penas y anhelos, ello era porque conservaba todavía cierta esperanza de alcanzar la fe, pero cuando se convenció de que no podía creer, fingiendo una fe que no tenía, volvió a hallarse preso de la sed de gloria, del ansia de sobrevivir a la historia. Y comenzó a producir Literatura, desarrollando todas sus ideas, las plasma en magníficas obras de un calado filosófico e intelectual sin precedentes.

     Su mayor preocupación siempre fue el hombre, ni lo humano ni la humanidad, ni el adjetivo simple, ni el adjetivo sustantivado, sino el sustantivo concreto: el hombre. El hombre de carne y hueso, el que nace, sufre y muere ––sobre todo muere––, el que come, y bebe, y juega, y duerme, y piensa, y quiere; el hombre que se ve y a quien se oye, el hermano, el verdadero hermano. Frente a esto se encuentra el hombre en general, un hombre que no es de aquí ni de allí, ni de esta época o de la otra; que no tiene ni sexo ni patria, una idea, en fin. Es decir, un no hombre. Como deja claro, el tema que le preocupa es pues, el hombre individual, concreto; no la naturaleza humana y esto está relacionado directamente con la filosofía de la existencia.

     Ojalá todos tengamos la fuerza que tuvo Unamuno para defender la verdad, la verdad ante todo porque ésta se encuentra por delante de todo. Antes la verdad que la paz, por lo tanto, la guerra antes que la mentira. Emprendamos una batalla en favor de la verdad, esa verdad que todos perseguimos. Seamos honestos con nosotros y con los demás, sigamos el ejemplo de este intelectual, incluso aunque nos cueste la libertad simbólica que todos tenemos. Todos llevamos algo de Unamuno en nuestro interior, luchadores, pensadores, y sobre todo humanos. Esperanza en nuestros jóvenes, son ellos en los que hay que confiar, adoptemos la actitud unamuniana para hacer que este mundo sea mejor.