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Don Quijote de la Mancha

La Obra – parte 2 

Con esto Cervantes se inscribía en la corriente culta contra los disparates caballerescos, con la diferencia de que su magistral parodia, sí terminaría erradicándolos del panorama literario, pese a la ingente difusión que los Amadises, Palmerines o Belianises habían alcanzado durante el siglo XVI.

Para lograrlo Cervantes diseña una parodia genial basada en la LOCURA de su protagonista que ha sido provocada por la lectura de libros de caballerías. Así el autor, se inscribe en la abundante literatura del Renacimiento sobre la locura (Erasmo, Elogio de la locura; Juan de Huarte, Examen de ingenios; Arisosto, Orlando furioso, etc.)

En un principio don Quijote está rematadamente loco: “se le secó el cerebro, de manera que vino a perder el juicio” (Quijote I, capítulo I). Aún así don Quijote se muestra brillante en su discurso y en su entendimiento como se apunta en el capítulo del Quijote I. “no le sacarán del borrador de su locura cuantos médicos y buenos escribanos tiene el mundo: él es un entreverado loco, lleno de lúcidos intervalos” Quijote I, capítulo XVIII

   Cervantes se ilustró en los tratados médicos de la época para matizar perfectamente la locura de don Quijote: la novela comienza con su locura y termina cuando recobra la cordura. El pobre hidalgo tiene su imaginación trastornada por la lectura de libros de caballerías y comete dos errores: cree en la verdad de cuantos disparates caballerescos ha leído y piensa que en su época puede resucitarse la caballería andante. Ello lo convierte, antes que en un caballero, en todo un “anacronismo andante”, fuera de tiempo y de lugar, cuyo atuendo y figura es objeto de burla.

   Pero Cervantes maneja la locura de forma magistral, no es una situación de locura estática sino que evoluciona a lo largo de la novela: “Yo sé quién soy –respondió don Quijote–; y sé que puedo ser no sólo los que he dicho, sino todos los Doce Pares de Francia, y aun todos los Nueve de la Fama”, Quijote I, capítulo V.

   Tramada racionalmente, la supuesta locura evoluciona de manera lógica: primera salida se desfigura la realidad; segunda salida, la realidad se acomoda al mundo caballeresco; tercera salida, se asume un mundo encantado por los demás. Más que de un caso de locura, parece tratarse de un procedimiento creativo tendente a ilustrar literariamente el problema de la realidad y de la ficción. La locura es una estrategia para acercarse a la realidad.

   Si el Quijote fuera una simple historia de un viejo hidalgo enloquecido por las lecturas caballerescas, no habría llegado a ser la inmortal novela que es, por genialmente diseñada y contada que esté. Mucho más allá de los procedimientos su razón de ser primera estriba en la gran apuesta que su creador hace por la libertad, entendida en el sentido más complejo y amplio.

   Cervantes se pasó cinco años prisionero en Argel, lo que le hizo pensar en el sentido de la libertad de forma radical, hasta convertirla a sus ojos en el bien más preciado: “la libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no puede igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por la libertad, así como por la honra, se puede y se debe aventurar la vida, y, por el contrario, el cautiverio es el mayor mal que puede venir a los hombres” Quijote II, capítulo 58. 

   En ello coincide con el pensamiento de los humanistas, y parece que recurre Cervantes a la locura para garantizar la forma más absoluta de libertad. Una libertad innegable que se encuentra a lo largo de la novela y de la que hace gala el viejo hidalgo, como quintaesencia del valor fundamental que la libertad tiene por sí misma.